Críticas
“Desde un punto de vista formal, interesa particularmente de Alexander Grahovsky (Alicante, 1980) que ha creado un territorio –literalmente– propio para su pintura. En primer lugar, un sistema de representación que le permite, al modo ‘bosquiano’, reunir en sus paisajes a decenas de personajes y representar múltiples escenas dispersas por tan amplio escenario; un sistema, por lo demás, moderno y legible, cercano a la perspectiva 2:1 de los videojuegos: una proyección axonométrica donde lo muy lejano no es diminuto. Y luego, una forma de pintar eficaz que resulta en una superficie suave al tacto –visual–, terrosa, con la densidad justa, pródiga en matices (también frescos y modernos; este pintor se formó junto a Eloy Morales y Gómez Losada, entre otros). De ‘El beso que lo cambió todo’, su primera individual en BAT, nos dice directamente que es una suerte de Jardín de las Delicias; se citan también el retablo gótico y a los Van Eyck (hay muchas más citas, especialmente de Magritte, diseminadas por los cuadros). «Un universo onírico y simbólico», también un carnaval –con La Muerte, El Diablo, el baile, el sexo y las máscaras–, «un palimpsesto de historias que se entrecruzan» –o no– y, en suma, «un ritual perpetuo, un ciclo de vida y muerte, alegría y pérdida» y «una reflexión sobre la condición humana». Y en el centro de este amplio conjunto de símbolos y actividades, desde luego, ‘El Beso’ como «pequeño acto […] que tiene el poder de alterar el curso de la Historia».”
– Javier Rubio Nomblot (ABC)